Adaptación al jardín, la confianza y el llanto

La adaptación al jardín es un proceso, y como todo proceso, es único e irrepetible.

Sí, lo sé, en los jardines suelen tener un tiempo estipulado (generalmente 2 semanas), y un método más o menos elaborado para ayudar a que el niño se adapte. Y muchas madres y muchos padres suelen pensar que quienes están a cargo de la que será la educación de su pequeño, saben del tema más que ellos mismos que son meros madres y padres, por lo que están dispuestos a escuchar sus sugerencias y seguir sus métodos.

Los jardines, según mi experiencia, suelen dividirse en 4:

  1. Aquellos que realmente respetan los tiempos de cada niño, y miran a cada niño, analizando qué será lo mejor para acompañar su proceso.
  2. Aquellos que hacen las cosas bastante estandarizadas, esperando que todos se adapten a sus formas, y el que no, es tildado de niño problemático (o adulto que no suelta)
  3. Aquellos que te dicen que son respetuosos pero en realidad se parecen más al segundo tipo, y entonces hacen un poco de cada cosa, confundiendo a niños y adultos
  4. Aquellos que tienen sus formas pero están abiertos a escuchar, dialogar y llegar a acuerdos.

Lo deseable sería encontrar un jardín del tipo 1 (respetuoso y atento), y como segunda opción, uno del tipo 4 (flexible, permeable).

La adaptación es un proceso, y su tiempo es singular. Sí, puede que haya un promedio de niños que se adapten en 15 días, pero tampoco tenemos a veces en claro con qué criterio hablan de  adaptación, cuáles son los parámetros. Que un peque se quede sin llorar pero luego esté agresivo en casa, ¿es adaptación? Que un peque entienda que mamá y papá igual se van (y luego regresan) aunque él llore, y que se de por vencido con su llanto, ¿es adaptación?

Que un niño se haya adaptado al jardín para mi significa que entra bien, contento, la pasa bien adentro, participa, juega, come, aprende, duerme tranquilo (si es que le toca) y sale bien, contento (aunque esté cansado y aunque haya extrañado a sus padres). Y eso a algunos les lleva poco tiempo, y a otros un poco más.

La singularidad del niño incluye: su edad, su temperamento (autonomía, timidez, extrovertido) qué tan acostumbrado está de quedarse a cargo de otros adultos que no sean sólo mamá (o papá), experiencias previas de espacios educativos, tipo de apego desarrollado, qué deseo tiene de explorar, interactuar con otros niños, con otros materiales. 

¿Sólo depende del niño, de su singularidad? No, no es así. También depende de:

  • la calidez y accesibilidad de su maestra, de qué tan atenta y disponible se muestra en general y frente a este pequeño en particular, de qué tan confiable parece (y esto incluye qué hace y qué dice cuando el peque dice extrañar a sus padres, querer irse a casa, cuando llora)
  • qué tan disponible está mamá y/o papá en casa cuando el peque está allí- si mamá no está en casa porque está trabajando o trabaja en casa y el peque sabe que se aburre allí, puede que le resulte más atractivo ir unas horas al jardín 
  • el ambiente, el clima del jardín- ¿hay mucho bullicio, es un lugar muy grande, hay calma, hay orden, hay reglas muy estrictas, hay muchos niños en poco espacio, hay gritos…?
  • la propuesta pedagógica, el espacio, los materiales: qué tan atractivos, interesantes, desafiantes, variables son
  • los compañeros de sala- ¿son de su estilo, hay demasiados varones, demasiado pocos, hay algunos niños que pegan…? 

He escuchado a muchos docentes, y algunos directivos y psico-pedagogas decir que el adulto “tiene que confiar” en la institución, en la docente, para que el niño se pueda adaptar mejor y más pronto, y es cierto. Si mamá confía en alguien, es más probable que su hijo confíe en esa persona… pero, además: la confianza es algo que se construye con algo de tiempo y varias experiencias positivas- tanto para el adulto, como para el niño. Hay adultos y niños más o menos relajados, confiados, y otros más o menos controladores, desconfiados… pero además, la confianza se va dando en un ida y vuelta de interacciones.

Hasta que el niño logre confiar en su maestra, en el espacio, hasta que se adapte, ¿qué hacemos? ¿Es esperable que llore en el proceso? ¿Cuánto, por qué?

No, no es necesario ni todos los niños lloran. No, no es inevitable. Tampoco es la única ni la mejor manera. El llanto es comunicación- puede comunicar miedo, inseguridad, malestar, deseo de otra cosa, frustración, enojo, ansiedad… Si el niño llora porque es el tercer día y lo obligan a ingresar sin su madre o padre, el error es de los adultos, el tiempo es demasiado pronto, probablemente. Si puede hacerse de otra manera, ¿por qué no? ¿He acompañado adaptaciones en las que en algún momento el niño llora y aún así se hace lo contrario a lo que desea? Sí, pero no enseguida, no sin evaluar, no sin antes ir construyendo un proceso de adaptación progresivo. No sin antes haber establecido cierta confianza con su docente. Por eso, que no te engañen. Un director de escuela me dijo una vez: “si cuando llora entra enseguida la mamá a calmarla, nunca aprenderá que puede calmarse con su maestra”. No, no es cierto. Primero habrá que evaluar por qué llora, hace cuánto que conoce a su maestra, cómo se despidió su madre (o padre) al ingresar, si se lo sacaron de los brazos a la fuerza, a los llanto, o si entró bien, si luego de una hora el pequeño se percató de que extraña a sus padres y ya es el momento para volver a verlos, hoy. No, no es cierto que el llanto es la única ni la mejor manera. A veces los adultos no tienen o no quieren usar otros recursos.    

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