Cuando nace tu primer hija/o puede que te sientas algo perdida, nadie te prepara exactamente para lo que va venir, incluso puede que no estés lista para escucharlo, para saberlo. Te toca experimentarlo en primera persona. Lo cierto es que nadie sabe exactamente cómo te va a caer esto de ser madre, esto de tener un bebé. Algunas se sorprenden y les va mejor de lo que creían, otras se sorprenden y les va mucho peor. Pero ¿cómo puede ser, si esto es lo que yo deseaba? Se preguntan algunas. Es tanto el cambio de vida, es tanto el sacudón hormonal, la dependencia de un bebé, el cansancio…
No sabés, nadie sabe cómo vas a atravesar el primer año de tu primer bebé. Incluso puede que tengas diferentes temporadas en ese año: algunas mejores y otras peores dependiendo de cómo duerma, de la lactancia, de si volvés a trabajar… tantas cosas… Sí, dicen que hay bebés que duermen mucho y muy bien desde el comienzo, eso dicen algunas…
Cuando estás embarazada por segunda vez pensás que ya estás re preparada para lo que se viene. Después de todo, el primero te agarró desprevenida, pero ahora ya sabés. Esto ya lo viviste, ya sabés de qué se trata, ya sabés tantas cosas que antes no sabías. Sabés también tomarte las cosas con un poco más de ligereza, sabés que el control igual se pierde, que el niño se enferma pero sobrevive, que se meten todo en la boca, que se caen pero se levantan…
Lo que NO sabés es lo que es tener dos hijos. Sí, sabés qué hacer con un bebé un poco más pero ahora tenés un bebé y otro hijo más… que te sigue necesitando, incluso más que hace unos meses atrás. Tampoco sabés, porque nadie te lo ha dicho (probablemente, así que te lo digo yo) lo que vas a sentir. Nadie nos prepara para este sentimiento: la molestia que te genera tu hijo mayor, la culpa que te genera eso, la nostalgia de extrañar a tu hijo mayor y la vida que tenían de a 3, con su equilibrio, la necesidad de estar a solas con el nuevo bebé y de zambullirte en tu nuevo puerperio y el no poder, porque tu hijo mayor te está esperando… es un combo que puede resultar un tanto desestabilizador.
Sí, cuando un nuevo bebé se está gestando en tu vientre, todo tu cuerpo y tu cabeza se prepara para eso. Lo esperable es que te empieces a meter para adentro, que te quieras conectar con este proceso, pero afuera de tu vientre tu otro hijo te reclama. Así que tu segundo embarazo pasa más rápido que el primero. Si estás cansada hacés un esfuerzo para mantenerte despierta y aprovechar los últimos meses de exclusividad con tu primogénito.
Y de repente, llega el bebé y todos tus sentidos se afinan en dirección a esa criatura. Si llora, sentís el reclamo, la necesidad de levantarlo a upa, de alimentarlo, de calmarlo. Y ahí, al lado, unos pequeños ojos que te miran reclamando, el hermano mayor que aún sigue siendo niño y te sigue necesitando. Y tu mundo se fracciona, y te das cuenta que no podés, muchas veces estar para ambos al mismo tiempo. O atendés a uno o al otro. Pedís ayuda, asistencia, manos extras… a veces las hay, a veces no. A veces las hay pero el primogénito sólo quiere con MAMÁ. Y vos sentís ese reclamo con dolor y con fastidio. Dolor porque sentís que te extraña y lo extrañás, fastidio porque esperás que te deje tranquila calmando al bebé, o descansando cuando finalmente lográs dormirlo.
Y ni hablar si hace ruido y lo despierta, y ni hablar si lo molesta, si le tose encima, si lo pellizca. Por momentos puede llegar a nacerte una impulso cuasi instintivo de tomar al bebé en brazos y alejarlo del mayor, protegerlo, alejarlo, aislarte, quedarte a solas con el cachorro. Enojo, un enojo que no pensabas que podías sentir hacia tu primer hijo, rabia, hastío, fastidio, necesidad de que se vaya… y culpa claro, porque sabés que es tu hijo, que te necesita, que te extraña, que tiene razón en estar celoso… y enojo por no poder estar, por no poder hacer todo, ser todo. Y esa será una de tus principales tareas: aceptar que no podés todo y que no sos todo… gracias a Dios. Porque el mundo es muy grande, mucho más que vos. Porque los hijos vienen a la vida y crecen y vuelan sus propios vuelos y viven sus propias vidas. Y claro al principio mamá es el mundo, literalmente, ahí se gestan, ahí viven… pero nacen, viven, caminan, exploran… conocen el mundo y ese hermano, esa hermana será parte de ese mundo, será compañía, será rival y amigo, será cómplice y desafío. Será crecimiento para todos. Difícil, complicado, pesado, hermoso, romántico, alegre, cansador… un poco de todo.
Sí, si te pasa, si te está pasando, si te ha pasado y no pudiste decirlo o casi ni pensarlo, pasa, a muchas les pasa (no se si a TODAS, pero no sos un bicho raro). Y aprendemos como podemos a atravesarlo, a elaborarlo, a acompañarnos, a acomodarnos.
Y aquí te dejo algunas sugerencias que pueden servirte:
- Si sentís que NO PODÉS CON AMBOS, pedí otra mano. Ojalá tengas una pareja presente y conectada que haga de puente, aunque sí a veces quieren con mamá. Si nadie puede relevarte, ayudarte, si no podés pagarla, aceptá por lo menos que no podés y que no es tu culpa, que así es y habrá que atravesarlo
- Intentá recordar que el hijo mayor sigue siendo un niño, sigue necesitándote, y que no sabe probablemente, cómo pedirlo de una mejor manera. No le preguntes tanto, asumí que está celoso y te extraña. Capaz ni lo sabe.
- Vale enojarte, vale sentir lo que sientas. Intentá respirar profundo y cuidar tus palabras y tus actos. Si no pudiste, pedí disculpas, explicá que estás cansada, nerviosa, que no fue su culpa
- Decile al mayor que lo extrañás, que lo querés como siempre, que tu amor nunca cambia, pase lo que pase.
- Tenete compasión, tenete paciencia. Todo es nuevo y es difícil, y no podés todo.
Si estás buscando más herramientas para atravesar este momento, para acompañar a tus hijos, para favorecer una buena y sana relación entre hermanos, doy un taller precioso sobre este tema. La próxima edición es el 11 de Enero del 2024. Podés adquirir tu entrada en mi web. Te espero!
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