CÓMO DISMINUIR COMPORTAMIENTOS DE RIESGO EN LOS ADOLESCENTES

LA CRIANZA CONSCIENTE Y POSITIVA QUE DEJA APRENDIZAJE Y REFLEXIÓN A LARGO PLAZO

Fiesta en la playa, tumulto, alguien comienza a pegarle a otro, se suman otros, se abre la gente, la pelea en el centro. Algunos miran, otros huyen, otros sacan foto…

¿Recordás este tipo de situaciones de cuando eras adolescente? Yo sí.

  1. Siempre había alguno que empezaba el disturbio, otros que se sumaban para defender a algún amigo, o sin saber muy bien por qué…
  2. Algunos que se alejaban del peligro, pensaban que eso no estaba bien, buscaban ayuda, llamaban a la policía…
  3. Otros que se quedaban mirando, riendo o impresionados, sin hacer mucho más. Hoy habrá de los que filman y sacan foto, y lo suben a alguna red social…

Ahora que sos madre/padre: ¿a qué adolescente te gustaría estar criando? A, B o C? ¿Te hiciste alguna vez esta pregunta? ¿Hacia dónde estamos yendo con la crianza que estamos practicando?

Yo por mi parte me gustaría que mi hija perteneciera al grupo B

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En mis talleres y consultas suelo preguntarles a los adultos:

¿PARA QUÉ PONEMOS LIMITES?

  1. ¿Para que hagan lo que queremos cuando queremos? Para que nos “hagan caso”
  2. O para que ENTIENDAN lo que está bien, distingan lo que no está bien, aprendan a cuidarse, a cuidar al otro y a los objetos y medio ambiente, para que entiendan las normas de interacción social?

¿Les explicamos el porqué de la regla, del límite, o es solo una imposición? ¿“Porque yo lo digo”?

A veces parece lo mismo. “Quiero que me haga caso porque está por hacer algo peligroso que necesito que deje de hacer. Quiero que me haga caso porque esto está mal.” Parece lo mismo, pero no lo es.  

No es igual que el niño ENTIENDA por qué esto es peligroso, por qué les decimos que NO, a que solo lea ¨mamá/papá dijeron que no, aunque no se por qué, más tarde, cuando no me vean, volveré a intentarlo”. Para que entienda, obviamente, alguien tiene que tomarse el tiempo de explicar, de sostener, de aguantar el enojo. A veces resulta más fácil decir: “¡porque no y punto!”, pero eso no le enseña mucho.

Es mucho más probable que el niño que efectivamente ENTENDIÓ por qué no, en el futuro no lo repita, y no porque lo estamos vigilando, o lo vamos a castigar. Porque básicamente construyó la noción, la internalizó, y no necesita que nadie se lo recuerde. Puede pensar, reflexionar por sí mismo, y saber si eso está bien o mal, si es peligroso o no. Si es tiempo de correrse, soltar, cambiar de actividad, alejarse, pedir ayuda…

En los primeros 4, 5 años de vida, el niño es mucho más impulsivo, y por más que a veces se lo hayamos explicado, y lo haya entendido, puede que tengamos que acompañar con el cuerpo y sacarlo de allí, guardar el objeto peligroso, recordarle el por qué NO. Toda la parte del cerebro que controla los impulsos, nos permite reflexionar, planificar, organizar el comportamiento, aún está inmadura. Por supuesto no es lo mismo un niño de 4 con el que fuimos trabajando de manera consciente, explicando, modelando el comportamiento, que el niño de 4 al que solo lo castigaban o le decían “porque no y punto”. El primer niño habrá construido en su cerebro algunas conexiones que el segundo no.

Cuando a un niño de 4/5 tenemos que recordarle la regla/el límite, sirve mucho la PREGUNTA: ¿Te acordás qué dijimos acerca de esto? ¿por qué no se puede? ¿qué pasa si lo tirás? ¿Y si se rompe qué hacemos? ¿Qué te parece que puede pasar si…? ¿Cómo te parece que se sentiría x si hacés esto? Hacer este tipo de preguntas invita al niño a PENSAR en vez de simplemente ACATAR la orden que se le está dando. Un niño al que continuamente se lo invita a reflexionar, pensar en el otro, en las consecuencias, hace un hábito de ello. Y luego, el adulto puede ir corriéndose de ese lugar de interlocutor. El niño/adolescente ya puede reflexionar y pensar solo, sin que un otro externo le esté haciendo la pregunta. El resultado es sumamente lógico, no?

Por supuesto, otra cosa que sucede es que al no utilizar los gritos, enojos, castigos, sermones, el niño no teme contrale a sus padres cuando ha cometido un error. Si cada vez que mi hija se equivoca, falla, hace algo mal, yo la castigo y ella se siente mal, intentará ocultarme cada vez más aspectos de su vida. Habrá información que no llegará a mis oídos desde su boca. Tal vez me entere por sus maestros, otros padres, rumores… pero no porque mi hija me lo venga a contar.

Imaginen en cambio si cada vez que mi hija se equivoca, intentamos pensar juntos en una solución, reflexionamos sobre lo que pasó, intentamos que aprenda algo que le sirva para la próxima vez. Que no haya culpa, humillación, malestar, sino toma de responsabilidad, aprendizaje y búsqueda de soluciones. Cuando mi hija cometa un error, es probable que confíe en mi y en algún momento me lo cuente. Pero además, si ella comete un error y no la avergüenzan por ello, no la hacen sentirse culpable/mala, puede entender que una equivocación no implica que sea MALA. Lo cuál es bien diferente, SER MALA QUE HABER HECHO ALGO MAL. La autoestima queda a salvo. Un niño con una autoestima sana (ni baja ni sobredimensionada), tiende a comportarse de manera más respetuosa y consciente.

Lo que entonces suele suceder, es que criar a los niños desde una postura consciente y positiva, lleva en los inicios mucho más trabajo, más paciencia, más explicaciones, más tiempo (tiempo que le damos al niño para que piense, elija, cuestione), pero de a poco nos vamos dando cuenta de que los adultos podemos ir corriéndonos más, no tanto del lugar de sostén emocional, pero si del lugar de control. Mi hija suele tomar buenas decisiones, confío en el criterio de mi hija, siento que no tengo que andar controlándola. Mi hija y yo tenemos una historia de confianza y respeto mutuo. Es bastante más probable que mi hija, de adolescente, se comporte como B, y no como A o C. Esa es la forma, creo yo, el camino, día a día, que necesitamos construir para que haya cada vez más adolescentes que eviten conductas de riesgo, y se cuiden y cuiden al resto, mucho más. El control policial, no puede ser permanente. Necesitamos criar personas más equilibradas, en las que confiemos, no a las que necesitemos controlar y encerrar. Hagamos lo posible para que cada vez más familias se manejen de esta manera. Una sola familia no cambia a una sociedad entera, muchas familias, sí. Ojalá vos que me estás leyendo, te sumes a esta manera de criar.